Desde la antigüedad las aromáticas fueron utilizadas por los pueblos orientales tropicales para el condimento de alimentos y bebidas. Se cree que fue en el extremo Oriente donde se originaron las especias más valiosas: la canela, el jengibre y los clavos se cultivaron desde tiempos remotos. Los huertos de pimienta de la India pueden considerarse primitivas regiones productoras de especias. Se difundieron luego a pueblos vecinos y, más tarde, como valiosos productos del comercio internacional a Occidente, Grecia y Roma. Por mucho tiempo los europeos creyeron que las aromáticas procedían de Arabia. Pero en el siglo XIII, tras los viajes de Marco Polo por diversas regiones de Asia, se divulgaron maravillas sobre la riqueza en especias allí encontradas. Poco tiempo después el poderío de los turcos otomanos cerró la vía de entrada de estos productos a través de Arabia a Europa, desencadenando una verdadera competencia entre las naciones europeas por hallar nuevas rutas de comunicación marítima a los países productores. Los portugueses, por la vía del Africa llegaron a las Molucas (expedición de Vasco Da Gama, 1498) y otras islas productoras y monopolizaron el comercio de especias por mucho tiempo. Luego los holandeses, franceses e ingleses disputaron este monopolio suscitándose intensas luchas por poseerlo. Dicen los historiadores que Cristóbal Colón, navegando hacia el oeste, descubrió América esperando alcanzar la Indias Orientales. El nuevo continente contribuyó también con otros vegetales que rápidamente ganaron el aprecio de los europeos, como la vainilla y los ajíes, entre otros.
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